jueves, 19 de septiembre de 2013

Ocio

Hay mañanas que me levanto hambriento, con ganas de salir a comerme la vida, pero después se me pasa. Y soy una persona normal en un mundo habitual de rutinas de todos los días. Y un día, y después es seguido por otro día parecido. Aunque nunca se sabe. Por cómo está la cosa, todos los días tienen algo de diferente. A veces se me hace difícil pensar y concentrarme en una sola cosa. Estar focalizado sinceramente es algo que me cuesta. Algunas veces pienso que todos los días son iguales. El mismo recorrido y las mismas costumbres. Siempre las mismas cosas. De aquí para allá. A veces los caminos están colapsados y en el tráfico uno tiene tiempo de pensar. O mejor poner la radio más fuerte para acallar las voces de la cabeza. No es una locura, es simplemente incomodidad con la rutina. Pero hay cierto magnetismo hacia ella. Hacia la comodidad, o en realidad un falsa comodidad. A veces parece la falta de ella. Yo pienso muchas veces en esto. Hay días que preferiría hacer como en esa película con Norman Brisky, que se llamaba La Fiaca. Que el tipo no quería salir de su casa porque tenía fiaca. Y no había manera de sacarlo. No sé si la película estaba buena, pero la idea era genial. Una comedia desopilante. Es la vida de todos los días. Y ojo, yo no pienso que sea mala, por el contrario, a veces me gustaría aprovecharla más. No sé, tengo un primo que es dueño de varios apartamentos en Buenos Aires y los alquila, así no tiene que trabajar. Porque a él no le gusta trabajar y se dio cuenta de eso. Una vez que pudo encontrar la manera vio que podía vivir más feliz sin trabajar. Se dio cuenta que su vocación era el ocio. Y para poder llevarla a la práctica, no tenía que trabajar más. Un tipo piola.